Nació en Nueva Imperial, Chile. Realizó sus estudios secundarios en el Liceo de Los Ángeles y en el Instituto Nacional de Santiago. Estudió derecho en la Universidad de Chile, carrera que no concluyó, y literatura española en la Universidad de Madrid entre 1951 y 1953. Contrajo matrimonio en la capital española en 1953 con Ximena Garcés, con quien tuvo siete hijos: Juan Miguel, Andrea, Rafael, Cristóbal, Isabel, Amparo e Ignacio.
Arpa rota en la lluvia
Cuando la lluvia tenue detiene los recuerdos Sobre el mar solitario; cuando el tren ha pasado Dejando en los durmientes sus metálicas furias; Cuando tiembla el almendro tocado por los muertos; Cuando la breve música te borra las distancias Y silencioso escuchas que tu cuerpo ha partido, Que sólo estás en otro cuerpo que te recuerda, Vibra tu mano rota mordida por la lluvia. Murmullos de la muerte, que ascienden lentamente Por tu cuerpo deshecho, hace brotar la lluvia, Cuando alguien pisotea tu cabello extendido Y tu ramaje yerto poblado por el viento.
Arriba
Canción del río indiferente Cuando las soledades metálicas de las ruedas hicieron Vibrar tu cabeza rasgada por estrellas -Rápido, señorial, antiguo, Inmutable, prisionero por las islas de arena-, Reposaste fluyendo, en la noche, en la muerte.
Cuando la punta yerta de la flecha se hundió en tierra, Y el cuerpo sigiloso del conquistador, vencido, cayó en tierra Haciéndose igualmente hueso: tú entrabas en el mar, Te detenías huyendo, en la noche, en la muerte.
Cuando todo sea olvidado (porque todo será olvidado); Cuando no recordemos quiénes fuimos bajo ese árbol que ha de ser una mesa, Y cuando la mesa se transforme en el fuego, Y cuando todo se restituya en ti -¡oh madre tierra!-, en tu terrón amargo: Tú fluirás cantando, seguramente cantando En la noche, en la muerte.
Arriba
Comienzo El jardín se ha posado en mi jardín. Toda su galaxia resplandece a medianoche. Los árboles destellan, las flores fulgen. Tiene el césped una tersura de nimbo. Bajan los transparentes Y de sus cuerpos surgen peldaños de escala. Los radiantes me llaman con sus cristales. Mis años descienden en el cáliz de un instante. Los centelleantes me han rodeado Y me tienden sus ojos de oro. El amor es una paloma de fuego que elevan. Por fin llegaron.
Arriba
Cuando se fue Magdalena Cuando se fue Magdalena. Cuando tan lejos se fue.
Nadie supo si llovía La noche de su partida Cuando se fue Magdalena, Cuando se fue.
Nadie vio si se alejaba Por el mar y la montaña. Nunca se fue Magdalena, Nunca tan lejos se fue.
Nadie dijo si algún día Magdalena volvería. Nadie sabe. ... Yo lo sé.
Nunca volvió Magdalena. Yo, que estoy muerto, lo sé.
POEMAS DE MIGUEL ARTECHE
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