* Adiós*
Después de que el destino Me ha hundido en las congojas Del árbol que se muere Crujiendo de dolor, Truncando una por una Las flores y las hojas Que al beso de los cielos Brotaron de mi amor.
Después de que mis ramas Se han roto bajo el peso De tanta y tanta nieve Cayendo sin cesar, Y que mi ardiente savia Se ha helado con el beso Que el ángel del invierno Me dió al atravesar.
Después... es necesario Que tú también te alejes En pos de otras florestas Y de otro cielo en pos; Que te alces de tu nido, Que te alces y me dejes Sin escuchar mis ruegos Y sin decirme adiós.
Yo estaba solo y triste Cuando la noche te hizo Plegar las blancas alas Para acogerte a mí, Entonces mi ramaje Doliente y enfermizo Brotó sus flores todas Tan solo para ti.
En ellas te hice el nido Risueño en que dormías De amor y de ventura Temblando en su vaivén, Y en él te hallaban siempre Las noches y los días Feliz con mi cariño Y amándote también...
¡Ah! Nunca en mis delirios Creí que fuera eterno El sol de aquellas horas De encanto y frenesí; Pero jamás tampoco Que el soplo del invierno Llegara entre tus cantos, Y hallándote tú aquí...
Es fuerza que te alejes... Rompiéndome en astillas; Ya siento entre mis ramas Crujir el huracán, Y heladas y temblando Mis hojas amarillas Se arrancan y vacilan Y vuelan y se van...
Adiós, paloma blanca Que huyendo de la nieve Te vas a otras regiones Y dejas tu árbol fiel; Mañana que termine Mi vida oscura y breve Ya sólo tus recuerdos Palpitarán sobre él.
Es fuerza que te alejes Del cántico y del nido Tú sabes bien la historia Paloma que te vas... El nido es el recuerdo Y el cántico el olvido, El árbol es el siempre Y el ave es el jamás.
Adiós mientras que puedes Oír bajo este cielo El último ¡ay!, del himno Cantado por los dos... Te vas y ya levantas El ímpetu y el vuelo, Te vas y ya me dejas, ¡Paloma, adiós, adiós!
Arriba
A un arroyo Cuando todo era flores tu camino, Cuando todo era pájaros tu ambiente, Cediendo de tu curso a la pendiente Todo era en ti fugaz y repentino.
Vino el invierno con sus nieblas vino El hielo que hoy estanca tu corriente, Y en situación tan triste y diferente Ni aún un pálido sol te da el destino.
Y así en la vida el incesante vuelo Mientras que todo es ilusión, avanza En sólo una hora cuanto mide un cielo;
Y cuando el duelo asoma en lontananza Entonces como tú cambiada en hielo No puede reflejar ni la esperanza.
Arriba
A una flor Cuando tu broche apenas se entreabría Para aspirar la dicha y el contento ¿Te doblas ya y cansada y sin aliento, Te entregas al dolor y a la agonía?
¿No ves, acaso, que esa sombra impía Que ennegrece el azul del firmamento Nube es tan sólo que al soplar el viento, Te dejará de nuevo ver el día?...
¡Resucita y levántate! Aún no llega La hora de que en el fondo de tu broche Des cabida al pesar que te doblega.
Injusto para el sol es tu reproche, Que esa sombra que pasa y que te ciega, Es una sombra, pero aún no es la noche.
Arriba
Amor ¡Amar a una mujer, sentir su aliento, Y escuchar a su lado Lo dulce y armonioso de su acento; Tener su boca a nuestra boca unida Y su cuello en el nuestro reclinado, Es el placer mas grato de la vida, El goce mas profundo Que puede disfrutarse sobre el mundo!
Porque el amor al hombre es tan preciso, Como el agua a las flores, Como el querube ardiente al paraíso; Es el prisma de mágicos colores Que transforma y convierte Las espinas en rosas, Y que hace bella hasta la misma muerte A pesar de sus formas espantosas.
Amando a una mujer, olvida el hombre Hasta su misma esencia, Sus deberes mas santos y su nombre; No cambia por el cielo su existencia; Y con su afán y su delirio, loco, Acaricia sonriendo su creencia, Y el mundo entero le parece poco... Quitadle al zenzontle la armonía, Y al águila su vuelo, Y al iluminar espléndido del día El azul pabellón del ancho cielo, Y el mundo seguirá... Mas la criatura, Del amor separada Morirá como muere marchitada La rosa blanca y pura Que el huracán feroz deja tronchada; Como muere la nube y se deshace En perlas cristalinas Cuando le hace falta un sol que la sostenga En la etérea región de las ondinas.
¡Amor es Dios!, a su divino fiat Brotó la tierra con sus gayas flores Y sus selvas pobladas De abejas y de pájaros cantores, Y con sus blancas y espumosas fuentes Y sus limpias cascadas Cayendo entre las rocas a torrentes; Brotó sin canto ni armonía...
Hasta que el beso puro de Adán y Eva, Resonando en el viento, Enseñó a las criaturas ese idioma, Ese acento magnífico y sublime Con que suspira el cisne cuando canta Y la tórtola dulce cuando gime, ¡Amor es Dios!, y la mujer la forma En que encarna su espíritu fecundo; Él es el astro y ella su reflejo, Él es el paraíso y ella el mundo...
Y vivir es amar. A quien no ha sentido Latir el corazón dentro del pecho Del amor al impulso, No comprende las quejas de la brisa Que vaga entre los lirios de la loma, Ni de la virgen casta la sonrisa Ni el suspiro fugaz de la paloma.
¡Existir es amar! Quien no comprende Esa emoción dulcísima y suave, Esa tierna fusión de dos criaturas Gimiendo en un gemido, En un goce gozando Y latiendo en unísono latido... Quien no comprende ese placer supremo, Purísimo y sonriente, Ese miente si dice que ha vivido; Si dice que ha gozado, miente.
Y el amor no es el goce de un instante Que en su lecho de seda Nos brinda la ramera palpitante; No es el deleite impuro Que hallamos al brillar una moneda Del cieno y de la infamia entre lo oscuro; No es la miel que provoca Y que deja, después que la apuramos, Amargura en el alma y en la boca...
Pureza y armonía, Ángeles bellos y hadas primorosas En un Edén de luz y de poesía, En un pensil de nardos y de rosas, Todo es el amor. Mundo en que nadie Llora o suspira sin hallar un eco; Fanal de bienandanza Que hace que siempre ante los ojos radie La viva claridad de una esperanza.
El amor es la gloria, La corona esplendente Con que sueña el genio de alma grande Que pulsa el arpa o el acero blande, La virgen sonriente. El Petrarca sin Laura, No fuera el vate del sentido canto Que hace brotar suspiros en el pecho Y en la pupila llanto. Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta A veces dulce y tierno, Y a veces grande, aterrador y ronco Como el cantor salido del infierno...
Y es que el amor encierra En su forma infinita Cuanto de bello el universo habita, Cuanto existe de ideal sobre la tierra. Amor es Dios, el lazo que mantiene En constante armonía Los seres mil de la creación inmensa; Y la mujer, la diosa, La encarnación sublime y sacrosanta Que la pradera con su olor inciensa Y que la orquesta del Supremo canta, ¡Y salve, amor!, emanación divina...
¡Tú, más blanca y más pura Que la luz de la estrella matutina! ¡Salve, soplo de Dios!... Y cuando mi alma Deje de ser un templo a la hermosura, Ven a arrancarme el corazón del pecho Ven a abrir a mis pies la sepultura.
Arriba
Hojas secas I**
Mañana que ya no puedan Encontrarse nuestros ojos, Y que vivamos ausentes, Muy lejos uno del otro, Que te hable de mí este libro Como de ti me habla todo.
II
Cada hoja es un recuerdo Tan triste como tierno De que hubo sobre ese árbol Un cielo y un amor; Reunidas forman todas El canto del invierno, La estrofa de las nieves Y el himno del dolor.
III
Mañana a la misma hora En que el sol te besó por vez primera, Sobre tu frente pura y hechicera Caerá otra vez el beso de la aurora; Pero ese beso que en aquel oriente Cayó sobre tu frente solo y frío, Mañana bajará dulce y ardiente, Porque el beso del sol sobre tu frente Bajará acompañado con el mío.
IV**
En Dios le exiges a mi fe que crea, Y que le alce un altar dentro de mí. ¡Ah! ¡Si basta no más con que te vea Para que yo ame a Dios, creyendo en ti!
V
Si hay algún césped blando Cubierto de rocío En donde siempre se alce Dormida alguna flor, Y en donde siempre puedas Hallar, dulce bien mío, Violetas y jazmines Muriéndose de amor;
Yo quiero ser el césped Florido y matizado Donde se asienten, niña, Las huellas de tus pies; Yo quiero ser la brisa Tranquila de ese prado Para besar tus labios Y agonizar después.
Si hay algún pecho amante Que de ternura lleno Se agite y se estremezca No más para el amor, Yo quiero ser, mi vida, Yo quiero ser el seno Donde tu frente inclines Para dormir mejor.
Yo quiero oír latiendo Tu pecho junto al mío, Yo quiero oír qué dicen Los dos en su latir, Y luego darte un beso De ardiente desvarío, Y luego... arrodillarme Mirándote dormir.
VI
Las doce... ¡adiós! Es fuerza que me vaya Y que te diga adiós... Tu lámpara está ya por extinguirse, Y es necesario. -Aún no-. Las sombras son traidoras, y no quiero Que al asomar el sol, Se detengan sus rayos a la entrada De nuestro corazón... -Y, ¿qué importan las sombras cuando entre ellas Queda velando Dios? -¿Dios? ¿Y qué puede Dios entre las sombras Al lado del amor? -Cuando te duermas ¿me enviarás un beso? -¡Y mi alma! -¡Adiós...! -¡Adiós...!
VII
Lo que siente el árbol seco Por el pájaro que cruza Cuando plegando las alas Baja hasta sus ramas mustias, Y con sus cantos alegra Las horas de su amargura; Lo que siente por el día La desolación nocturna Que en medio de sus angustias, Ve asomar con la mañana De sus esperanzas una; Lo que sienten los sepulcros Por la mano buena y pura Que solamente obligada Por la piedad que la impulsa, Riega de flores y de hojas La blanca lápida muda, Eso es al amarte mi alma Lo que siente por la tuya, Que has bajado hasta mi invierno, Que has surgido entre mi angustia Y que has regado de flores La soledad de mi tumba.
Mi hojarasca son mis creencias, Mis tinieblas son la duda, Mi esperanza es el cadáver, Y el mundo mi sepultura... Y como de entre esas hojas Jamás retoña ninguna; Como la duda es el cielo De una noche siempre oscura, Y como la fe es un muerto Que no resucita nunca, Yo no puedo darte un nido Donde recojas tus plumas, Ni puedo darte un espacio Donde enciendas tu luz pura, Ni hacer que mi alma de muerto Palpite unida a la tuya; Pero si gozar contigo No ha de ser posible nunca, Cuando estés triste, y en el alma Sientas alguna amargura, Yo te ayudaré a que llores, Yo te ayudaré a que sufras, Y te prestaré mis lágrimas Cuando se acaben las tuyas.
VIII
1
Aún más que con los labios Hablamos con los ojos; Con los labios hablamos de la tierra, Con los ojos del cielo y de nosotros.
2
Cuando volví a mi casa De tanta dicha loco, Fue cuando comprendí muy lejos de ella Que no hay cosa más triste que estar solo.
3
Radiante de ventura, Frenético de gozo, Cogí una pluma, le escribí a mi madre, Y al escribirle se lo dije todo.
4
Después, a la fatiga Cediendo poco a poco, Me dormí y al dormirme sentí en sueños Que ella me daba un beso y mi madre otro.
5
¡Oh sueño, el de mi vida Más santo y más hermoso! ¡Qué dulce has de haber sido cuando aún muerto Gozo con tu recuerdo de este modo!
IX
Cuando yo comprendí que te quería Con toda la lealtad de mi corazón, Fue aquella noche en que al abrirme tu alma Miré hasta su interior. Rotas estaban tus virgíneas alas Que ocultaban en sus pliegues un crespón Y un ángel enlutado cerca de ellas Lloraba como yo. Otro tal vez te hubiera aborrecido Delante de aquel cuadro aterrador; Pero yo no miré en aquel instante Más que mi corazón; Y te quise tal vez por tus tinieblas, Y te adoré tal vez por tu dolor, ¡Que es muy bello poder decir que el alma Ha servido de sol...!
X
Las lágrimas del niño La madre enjuga, Las lágrimas del hombre Las seca la mujer... ¡Qué tristes las que brotan Y bajan por la arruga, Del hombre que está solo, Del hijo que está ausente, Del ser abandonado Que llora y que no siente Ni el beso de la cuna, Ni el beso del placer!
XI
¡Cómo quieres que tan pronto Olvide el mal que me has hecho, Si cuando me toco el pecho La herida me duele más! Entre el perdón y el olvido Hay una distancia inmensa; Yo perdonaré la ofensa; Pero olvidarla... ¡jamás!
XII
¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve Tu laurel mágico y santo, Cuando ella no enjuga el llanto Que estoy vertiendo sobre él! ¡De qué me sirve el reflejo De tu soñada corona! ¡Cuando ella no me perdona Ni en nombre de ese laurel!
XIII
La que a la luz de sus ojos Despertó mi pensamiento, La que al amor de su acento Encendió en mí la pasión; Muerta para el mundo entero Y aún para ella misma muerta, Solamente está despierta Dentro de mi corazón.
XIV
El cielo muy negro, y como un velo Lo envuelve en su crespón la oscuridad; Con una sombra más sobre ese cielo El rayo puede desatar su vuelo Y la nube cambiarse en tempestad.
XV
Oye, ven a ver las naves, Están vestidas de luto, Y en vez de las golondrinas Están graznando los búhos... El órgano está callado, El templo solo y oscuro, Sobre el altar... ¿y la virgen Por qué tiene el rostro oculto? ¿Ves?... en aquellas paredes Están cavando un sepulcro, Y parece como que alguien Solloza allí, junto al muro. ¿Por qué me miras y tiemblas? ¿Por qué tienes tanto susto? ¿Tú sabes quién es el muerto? ¿Tú sabes quién fue el verdugo?
Arriba
La ausencia del olvido Iba llorando la Ausencia Con el semblante abatido Cuando se encontró en presencia Del Olvido, Que al ver su faz marchitada, Le dijo con voz turbada: Sin colores, -"Ya no llores niña bella, Ya no llores. Que si tu contraria estrella Te oprime incansable y ruda Yo te prometo mi ayuda Contra tu mal y contra ella".
Oyó la Ausencia llorando La propuesta cariñosa, Y los ojos enjugando Ruborosa, -"Admito desde el momento Buen anciano". Le dijo con dulce acento. "Admito lo que me ofreces Y que en vano He buscado tantas veces, Yo que triste y sin ventura, La copa de la amargura He apurado hasta las heces".
Desde entonces, Lola bella, Cariñosa y anhelante Vive el Olvido con ella, Siempre amante; Y la Ausencia ya ni gime, Ni doliente Recuerda el mal que la oprime; Que un amor ha concebido Tan ardiente Por el anciano querido, Que si sus penas resiste, Suspira y llora muy triste Cuando la deja el Olvido.
Arriba
La brisa Aliento de la mañana Que vas robando en tu vuelo La esencia pura y temprana Que la violeta lozana Despide en vapor al cielo.
Dime, soplo de la aurora, Brisa inconstante y ligera, ¿Vas por ventura a esta hora Al valle que te enamora Y que gimiendo te espera?
¿O vas acaso a los nidos De los jilgueros cantores Que en la espesura escondidos Te aguardan medio adormidos Sobre sus lechos de flores?
¿O vas anunciando acaso, Sopla del alba naciente, Al murmurar de tu paso, Que el muerto sol del ocaso Se alza un niño en Oriente?
Recoge tus leves alas, Brisa pura del estío, Que los perfumes que exhalas Vas robando entre las galas De las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera Sobre las risueñas flores De la loma y la pradera, Y ve a despertar ligera Al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada, Con tu murmullo sonoro, Que ella es mi ilusión dorada, Y que en mi pecho grabada Como a mi vida la adoro.
Arariba
La felicidad Un cielo azul de estrellas Brillando en la inmensidad; Un pájaro enamorado Cantando en el florestal; Por ambiente los aromas Del jardín y el azahar; Junto a nosotros el agua Brotando del manantial Nuestros corazones cerca, Nuestros labios mucho más, Tú levantándote al cielo Y yo siguiéndote allá, Ese es el amor mi vida, ¡Esa es la felicidad!
Cruza con las mismas alas Los mundos de lo ideal; Apurar todos los goces, Y todo el bien apurar; De los sueños y la dicha Volver a la realidad, Despertando entre las flores De un césped primaveral; Los dos mirándonos mucho, Los dos besándonos más, Ese es el amor, mi vida, ¡Esa es la felicidad!
Arriba
Misterio Si tu alma pura es un broche Que para abrirse a la vida Quiere la calma adormecida De las sombras de la noche;
Si buscas como un abrigo Lo más tranquilo y espeso, Para que tu alma y tu beso Se encuentren sólo conmigo;
Y si temiendo en tus huellas Testigos de tus amores, No quieres ver más que flores, Más que montañas y estrellas;
Yo sé muchas grutas, y una Donde podrás en tu anhelo, Ver un pedazo de cielo Cuando aparezca la luna.
Donde a tu tímido oído No llegarán otros sones Que las tranquilas canciones De algún ruiseñor perdido.
Donde a tu mágico acento Y estremecido y de hinojos, Veré abrirse ante mis ojos Los mundos del sentimiento.
Y donde tu alma y la mía, Como una sola estrechadas, Se adormirán embriagdas De amor y melancolía.
Ven a esta gruta y en ella Yo te daré mis desvelos, Hasta que se hunda en los cielos La luz de la última estrella.
Y antes que el ave temprana Su alegre vuelo levante Y entre los álamos cante La vuelta de la mañana.
Yo te volveré al abrigo De tu estancia encantadora, Donde el recuerdo de esa hora Vendrás a soñar conmigo...
Mientras que yo en el exceso De la pasión que me inspiras Iré a soñar que me miras, E iré a soñar que te beso.
Arriba
Nocturno a Rosario I
¡Pues bien! Yo necesito Decirte que te adoro Decirte que te quiero Con todo el corazón; Que es mucho lo que sufro, Que es mucho lo que lloro, Que ya no puedo tanto Al grito que te imploro, Te imploro y te hablo en nombre De mi última ilusión.
II
Yo quiero que tú sepas Que ya hace muchos días Estoy enfermo y pálido De tanto no dormir; Que ya se han muerto todas Las esperanzas mías, Que están mis noches negras, Tan negras y sombrías Que ya no sé ni dónde Se alzaba el porvenir.
III**
De noche, cuando pongo Mis sienes en la almohada Y hacia otro mundo quiero Mi espíritu volver, Camino mucho, mucho, Y al fin de la jornada Las formas de mi madre Se pierden en la nada Y tú de nuevo vuelves En mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besos Jamás han de ser míos, Comprendo que en tus ojos No me he de ver jamás, Y te amo y en mis locos Y ardientes desvaríos Bendigo tus desdenes, Adoro tus desvíos, Y en vez de amarte menos Te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte Mi eterna despedida, Borrarte en mis recuerdos Y hundirte en mi pasión Mas si es en vano todo Y el alma no te olvida, ¿Qué quieres tú que yo haga, Pedazo de mi vida? ¿Qué quieres tú que yo haga Con este corazón?
VI
Y luego que ya estaba Concluido tu santuario, Tu lámpara encendida, Tu velo en el altar; El sol de la mañana Detrás del campanario, Chispeando las antorchas, Humeando el incensario, Y abierta allá a lo lejos La puerta del hogar...
VII
¡Qué hermoso hubiera sido Vivir bajo aquel techo, Los dos unidos siempre Y amándonos los dos; Tú siempre enamorada, Yo siempre satisfecho, Los dos una sola alma, Los dos un solo pecho, Y en medio de nosotros Mi madre como un dios.
VIII
¡Figúrate qué hermosas Las horas de esa vida! Qué dulce y bello el viaje Por una tierra así! Y yo soñaba en eso, Mi santa prometida; Y al delirar en ello Con alma estremecida, Pensaba yo en ser bueno Por ti, no más por ti.
IX
¡Bien sabe Dios que ese era Mi más hermoso sueño, Mi afán y mi esperanza, Mi dicha y mi placer; Bien sabe Dios que en nada Cifraba yo mi empeño, Sino en amarte mucho Bajo el hogar risueño Que me envolvió en sus besos Cuando me vió nacer!
X
Esa era mi esperanza... Mas ya que a sus fulgores Se opone el hondo abismo Que existe entre los dos, ¡Adiós por la vez última, Amor de mis amores; La luz de mis tinieblas, La esencia de mis flores; Mi lira de poeta, Mi juventud, adiós!
Arriba
Pobre flor -"¿Por qué te miro así tan abatida, Pobre flor? ¿En dónde están las galas de tu vida Y el color?"
"Dime, ¿por qué tan triste te consumes, Dulce bien? -"¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco De un amor, Que me fue consumiendo poco a poco De dolor! Porque amando con toda la ternura De la fe, A mí no quiso amarme la criatura Que yo amé.
"Y por eso sin galas me marchito Triste aquí, Siempre llorando en mi dolor maldito, ¡Siempre así!"- ¡Habló la flor!... Yo gemí... era igual a la memoria De mi amor.
Arriba
Por eso Porque eres buena, inocente Como un sueño de doncella, Porque eres cándida y bella Como un nectario naciente.
Porque en tus ojos asoma Con un dulcísimo encanto, Todo lo hermoso y lo santo Del alma de una paloma.
Porque eres toda una esencia De castidad y consuelo, Porque tu alma es todo un cielo De ternura y de inocencia.
Porque al sol de tus virtudes Se mira en ti realizado El ideal vago y soñado De todas las juventudes;
Por eso, niña hechicera, Te adoro en mi loco exceso; Por eso te amo, y por eso Te he dado mi vida entera.
Por eso a tu luz se inspira La fe de mi amor sublime; ¡Por eso solloza y gime Como un corazón mi lira!
Por eso cuando te evoca Mi afán en tus embelesos, Siento que un mundo de besos Palpita sobre mi boca.
Y por eso entre la calma De mi existencia sombría, Mi amor no anhela más día Que el que una mi alma con tu alma.
Arriba
Resignación ¡Sin lágrimas, sin quejas, Sin decirnos adiós, sin un sollozo! Cumplamos hasta lo último... la suerte Nos trajo aquí con el objeto mismo, Los dos venimos a enterrar el alma Bajo la losa del escepticismo.
Sin lágrimas... las lágrimas no pueden Devolver a un cadáver la existencia; Que caigan nuestras flores y que rueden, Pero al rodar, siquiera que nos queden Seca la vista y firme la conciencia.
¡Ya lo ves! Para tu alma y para mi alma Los espacios y el mundo están desiertos... Los dos hemos concluido, Y de tristeza y aflicción cubiertos, Ya no somos al fin sino dos muertos Que buscan la mortaja del olvido.
Niños y soñadores cuando apenas De dejar acabábamos la cuna, Y nuestras vidas al dolor ajenas Se deslizaban dulces y serenas Como el ala de un cisne en la laguna Cuando la aurora del primer cariño Aún no asomaba a recoger el velo Que la ignorancia virginal del niño Extiende entre sus párpados y el cielo, Tu alma como la mía, En su reloj adelantando la hora Y en sus tinieblas encendiendo el día, Vieron un panorama que se abría Bajo el beso y la luz de aquella aurora; Y sintiendo al mirar ese paisaje Las alas de un esfuerzo soberano, Temprano las abrimos, y temprano Nos trajeron al término del viaje.
Le dimos a la tierra Los tintes del amor y de la rosa; A nuestro huerto nidos y cantares, A nuestro cielo pájaros y estrellas; Agotamos las flores del camino Para formar con ellas Una corona al ángel del destino... Y hoy en medio del triste desacuerdo De tanta flor agonizante o muerta, Ya sólo se alza pálida y desierta La flor envenenada del recuerdo.
Del libro de la vida La que escribimos hoy es la última hoja Cerrémoslo en seguida, Y en el sepulcro de la fe perdida Enterremos también nuestra congoja. Y ya que el cielo nos concede que este De nuestros males el postrero sea, Para que el alma a descansar se apreste, Aunque la última lágrima nos cueste, Cumplamos hasta el fin con la tarea.
Y después cuando al ángel del olvido Hayamos entregado estas cenizas Que guardan el recuerdo adolorido De tantas ilusiones hechas trizas Y de tanto placer desvanecido, Dejemos los espacios y volvamos A la tranquila vida de la tierra, Ya que la noche del dolor temprana Se avanza hasta nosotros y nos cierra Los dulces horizontes del mañana.
Dejemos los espacios, o si quieres Que hagamos, ensayando nuestro aliento, Un nuevo viaje a esa región bendita Cuyo sólo recuerdo resucita Al cadáver del alma, al sentimiento, Lancémonos entonces a ese mundo En donde todo es sombras y vacío, Hagamos una luna del recuerdo Si el sol de nuestro amor está ya frío; Volemos, si tú quieres, Al fondo de esas mágicas regiones, Y fingiendo esperanzas e ilusiones, Rompamos el sepulcro, y levantando Nuestro atrevido y poderoso vuelo, Formaremos un cielo entre las sombras, Y seremos los duendes de ese cielo.
Arriba
Si supieras, niña ingrata Si supieras, niña ingrata, Lo que mi pecho te adora; Si supieras que me mata La pasión que por ti abrigo; Tal vez, niña encantadora, No fueras tan cruel conmigo.
Si supieras que del alma Con tu desdén ha volado Fugaz y triste la calma, Y que te amo más mil veces, Que las violetas al prado Y que a los mares los peces;
Tal vez entonces, hermosa, Oyeras el triste acento De mi querella amorosa; Y atendiendo a mi reclamo, Mitigaras mi tormento Con un beso y un "yo te amo".
Si supieras, dulce dueño, Que tú eres del alma mía El solo y único sueño; Y que al mirar tus enojos, La ruda melancolía Baña en lágrimas mis ojos;
Tal vez entonces me amaras, Y con tus labios de niño Mis labios secos besaras; Y cariñosa y sonriente A mi constante cariño No fueras indiferente.
Ámame, pues, niña pura Ya que has oído el acento Del que idolatrarte jura; Y atendiendo a mi reclamo, Ven y calma mi tormento Con un beso y un "yo te amo".
Arriba
Soneto Porque dejaste el mundo de dolores Buscando en otro cielo la alegría Que aquí, si nace, sólo dura un día Y eso entre sombras, dudas y temores.
Porque en pos de otro mundo y de otras flores Abandonaste esta región sombría, Donde tu alma gigante se sentía Condenada a continuos sinsabores.
Yo vengo a decir mi enhorabuena Al mandarte la eterna despedida Que de dolor el corazón me llena;
Que aunque cruel y muy triste tu partida, Si la vida a los goces es ajena, Mejor es el sepulcro que la vida.
Arriba
Un sueño ¿Quieres oír un sueño? Pues anoche Vi la brisa fugaz de la espesura Que al rozar con el broche De un lirio que se alzaba en la pradera Grabó sobre él un beso, Perdiéndose después rauda y ligera De la enramada entre el follaje espeso. Este es mi sueño todo, Y si entenderlo quieres, niña bella, Une tus labios en los labios míos Y sabrás quién es él y quién es ella.
POEMAS DE Manuel Acuña
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