El aprecio que te tienes a tí misma como mujer es de vital importancia para la sociedad, pero ¿Cómo evitar que se convierta en egoísmo?
Es evidente que nuestra cultura moderna está basada en el "Yo", y los autores norteamericanos donde la cultura es altamente individualista (egoísta) comenzaron un "boom" de la auto-estima.
Desde la perspectiva de los libros de superación personal que tanto abundan, hay un esfuerzo por enseñar que la auto-estima es sentirse capaz para la vida y merecedor de la felicidad. Este concepto es puramente psicológico y que no contempla en absoluto a Dios. Por otra parte también es demasiado genérico, no hace diferencia entre hombres y mujeres. Me interesa explicar una autoestima que piensa diferente, que contempla a Dios, que toma nuestra perspectiva como mujeres y que al mismo tiempo nos hace conscientes de que cada una de nosotras es un ser único e irrepetible capaz de tener una relación amable consigo mismo, un respeto y una dignidad como personas, una aceptación ante la propia personalidad y aspecto físico pero desde el conocimiento y la diginidad que nos da saber que Dios es nuestro Padre.
Mujeres con una auto-estimada ordenada pueden verdaderamente iluminar al mundo con su compasión, suavidad, inteligencia, ternura. Nuestra sociedad más que nunca necesita mujeres estables, madura, que se respeten a si mismas. Desde las jovencitas adolescentes que comienzan a descubrir la vida, las chicas universitarias que se enfrentan a los primeros pasos serios en sus vidas adultas, las mujeres que han tomado un decisión permanente sobre sus vidas e incluso las mujeres maduras, todas las mujeres necesitas comprender en qué medida mejora al mundo el apreciarnos y valorarnos. Toda nuestra vida es un continuo re-descubrimiento de nuestra esencia de mujer, y debemos apreciarnos sanamente por lo que somos: mujeres, con nuestras posibilidades increíbles de ser madres, de ser compañeras, de ser hijas. Pero si no tenemos un concepto adecuado de nosotras mismas, fácilmente podemos amargarnos y amargarle la vida a quienes nos rodean. Todo el mundo detesta a una mujer ejecutiva cargada de frustraciones, enojos y rencores por no haberse sabido respetar a tiempo; lo mismo ocurre con la mujer que se queda en casa cuidando a la familia y preocupándose y que es menospreciada; ningún muchacho quiere hacer una relación seria con una chica que no se aprecia a sí misma ni se da valor ni dignidad respecto de su personas, de su cuerpo y su sexualidad. Todas las mujeres necesitamos, con características distintas según nuestra edad y circunstancias, de la valoración de nuestra esencia como personas y como mujeres. Y al valorarnos, podremos ser más efectivas para hacer la voluntad de Dios.
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