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Sin el invierno, ¿cómo sabríamos que hay primavera?
Sin el dolor, ¿cómo sabríamos que hay felicidad?
Cuando el dolor te visita, acéptalo con una sonrisa. Se trata del mayor regalo que Dios te hace.
Necesitamos valor para enfrentarnos a lo que ha de venir, y saber que sea lo que sea, no durará por siempre. Nada es por siempre, ni el dolor, ni la alegría, ni siquiera la vida.
Se requiere mas valor para sufrir, que para morir.
Para cruzar los males del espíritu, la inteligencia no puede nada, la razón lo puede algo, aunque poco; la resignación y el tiempo lo pueden todo.
La felicidad reúne, pero el dolor une.
Debemos aceptar la desilución que es finita; pero jamás debemos perder la esperanza que es finita.
Así como toda luz proyecta su sombra, no podemos cruzar la vida sin conocer el dolor.
La experiencia es el extracto del sufrimiento.
Un gran dolor nunca es largo.
Todo fracaso les enseña a los hombres lo que aún deben aprender.
La adversidad hace que el hombre se conozca a si mismo.
El infortunio que Dios permite, suele ser muchas veces un estribo para que nos levantemos.
Tenemos que aceptar valientemente los dolores como aceptamos la felicidad.
Sin el invierno, ¿cómo sabríamos que hay primavera?
Sin el dolor, ¿cómo sabríamos que hay felicidad?
Cuando el dolor te visita, acéptalo con una sonrisa. Se trata del mayor regalo que Dios te hace.
Necesitamos valor para enfrentarnos a lo que ha de venir, y saber que sea lo que sea, no durará por siempre. Nada es por siempre, ni el dolor, ni la alegría, ni siquiera la vida.
Se requiere mas valor para sufrir, que para morir.
Para cruzar los males del espíritu, la inteligencia no puede nada, la razón lo puede algo, aunque poco; la resignación y el tiempo lo pueden todo.
La felicidad reúne, pero el dolor une.
Debemos aceptar la desilución que es finita; pero jamás debemos perder la esperanza que es finita.
Así como toda luz proyecta su sombra, no podemos cruzar la vida sin conocer el dolor.
La experiencia es el extracto del sufrimiento.
Un gran dolor nunca es largo.
Todo fracaso les enseña a los hombres lo que aún deben aprender.
La adversidad hace que el hombre se conozca a si mismo.
El infortunio que Dios permite, suele ser muchas veces un estribo para que nos levantemos.
Tenemos que aceptar valientemente los dolores como aceptamos la felicidad.
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