El diamante es la forma cristalina cúbica del carbono.
Para su formación se precisan tres requisitos: una fuente de carbono, una elevada presión que catalice su cristalización y un mecanismo de transporte que desplace rápidamente la piedra preciosa hacia zonas del interior terrestre.
En teoría, sería imposible toparse con un diamante en la Luna, ya que nuestro satélite carece del tercer requisito para la formación de esta piedra preciosa. No obstante, se ha constatado la presencia de diamantes en su superficie, pero a escala nanométrica. Estos minicristales se originaron como consecuencia del impacto de meteoritos. En esta circunstancia, se unen una fuente de carbono y una presión brutal que se alcanza en el momento de la pedrada celestial, aunque sigue faltando el mencionado transporte.
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