Alfonso Reyes - Visitación
Visitación
--Soy la Muerte-- me dijo. No sabía que tan estrechamente me cercara, al punto de volcarme por la cara su turbadora vaharada fría.
Ya no intento eludir su compañía: mis pasos sigue, transparente y clara y desde entonces no me desampara ni me deja de noche ni de día.
--¡Y pensar --confesé--, que de mil modos quise disimularte con apodos, entre miedos y errores confundida!
«Más tienes de caricia que de pena». Eras alivio y te llamé cadena. Eras la muerte y te llamé la vida.
La amenaza de la Flor
Flor de las adormideras: engáñame y no me quieras.
¡Cuánto el aroma exageras, cuánto extremas tu arrebol, flor que te pintas ojeras y exhalas el alma al sol!
Flor de las adormideras.
Una se te parecía en el rubor con que engañas, y también porque tenía, como tú, negras pestañas.
Flor de las adormideras. Una se te parecía... Y tiemblo sólo de ver tu mano puesta en la mía: ¡Tiemblo no amanezca un día en que te vuelvas mujer!
A Enrique González Martínez
Muchas sendas hollé, muchos caminos solicitaron el afán creciente, de contrastar los usos de la gente y confundirme con los peregrinos.
Mezclaba los sabores de los vinos en cada clima caprichosamente, y yo no sé si ello fue prudente o si mis pasos fueron desatinos.
Había que buscar la ruta cierta y ceñir el desborde con el dique. Volví cansado, procuré la puerta...
Y déjame, poeta, que lo explique como quien se despoja y se liberta: tú estabas a la puerta, claro Enrique.
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