Confiar es una palabra corta y sencilla pero difícil de poner a veces en práctica. Hay personas que como dicen vulgarmente "desconfían hasta de su sombra." Ellos viven cuidándose las espaldas y creen básicamente que el mundo es malo. Piensan que todos quieren aprovecharse de ellos, o por lo menos sacarles ventaja de alguna manera. El problema de vivir con esa desconfianza, es que entonces, la vida tiene que corresponderles y les manda todo tipo de sinsabores. Porque si esperan lo peor, van a recibir lo peor. La vida en consecuencia se vuelve muy pesada.
La desconfianza bien puede ser resultado de heridas pasadas que nos han afectado y marcado. Pero nos preguntamos, ¿Por qué es importante confiar? ¿Cómo le afecta al niño vivir en un ambiente de desconfianza? ¿Qué es la confianza?
El niño nace sin confianza en sí mismo. La tiene que desarrollar como muchas otras facultades. Lo interesante es que son los padres y los adultos que lo educan, los que siembran esa semilla de confianza a través de la fe que tienen en él. La tienen que plantar y cultivar y es a través de esos cuidados que crece y se desarrolla. El pequeño ve a sus padres como sus dioses, que todo lo saben y todo lo pueden. Así, de manera inconsciente, razona: "Si mis padres que son todopoderosos, confían en mí, yo debo ser digno de confianza." El papel de los padres, por lo tanto, es primordial, pues de ellos va a depender que la autoconfianza germine o muera.
Pero, ¿por qué es importante que tenga el niño confianza en sí mismo? Porque la autoconfianza es la fuerza que le permite estar bien parado en la vida, que lo levanta en momentos difíciles y lo empuja a volver a tratar. Lo sostiene en momentos de fracaso o desaliento. Es gracias a su autoconfianza que insiste cuando le cierran las puertas y lo obliga a regresar cuando le niegan lo que quiere. Es el ancla que mantiene al barco en su lugar cuando suben y bajan las mareas. La confianza le da permiso para atreverse a soñar, a buscar oportunidades, a tener aspiraciones. También le da la calma y la paciencia para esperar y recibir lo que sabe que merece.
La autoconfianza se alimenta de nuestro sentido de merecer y éste, a su vez, de nuestro sentido de valor. Porque sabemos que valemos como personas, sabemos también que merecemos. ¿Qué merecemos? Lo mejor de la vida: amor, alegría, abundancia, felicidad. Todo ser humano merece esto, pero hay que estar convencidos y creerlo.
Enseñemos a nuestros hijos a enviar un mensaje a la vida lleno de confianza de que todo eso les pertenece, y la vida les corresponderá y se los otorgará. Así se crearán su realidad, y una realidad muy hermosa, por cierto.
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