La semana pasada, tres millones de personas contribuimos a frenar el ataque de EE.UU. a nuestra web. Pero nos enfrentamos a una amenaza aún más grande.
El ACTA es un tratado global que permitiría a las compañías censurar Internet. Negociado en secreto entre un puñado de países ricos y los grandes poderes corporativos, este acuerdo crearía un opaco organismo anti-falsificación que autorizaría la vigilancia, por parte de poderosos intereses privados, de todo lo que hacemos online. Este acuerdo también les permitiría imponer sanciones durísimas, incluyendo penas de prisión, contra cualquier persona que supuestamente perjudicase sus negocios.
En estos momentos la Unión Europea está decidiendo si ratificará el ACTA, y lo cierto es que sin su participación, este ataque global contra la libertad de Internet fracasará. Es indignante. Los gobiernos que representan al ochenta por ciento de los ciudadanos del mundo se hallan excluidos de las negociaciones del ACTA (Acuerdo Comercial Anti-Falsificación), mientras que burócratas nombrados a dedo han trabajado muy de cerca con los lobbies corporativos para diseñar las nuevas reglas y un régimen de aplicación peligrosamente poderoso. El ACTA afectaría inicialmente a EE.UU., Europa y a otros nueve países, y progresivamente se expandiría al resto del mundo.
Bajo estas normas tan estrictas y opresivas, personas en cualquier parte del mundo podrían ser castigadas por actos tan simples como compartir un artículo de periódico, o por subir un vídeo de una fiesta con música protegida por derechos de autor.
Promovido como un acuerdo comercial para proteger los derechos de autor y la propiedad intelectual, ACTA también podría prohibir la comercialización de medicinas genéricas vitales, impidiendo también el acceso de los agricultores a cierto tipo de semillas que necesitan. Y, como si esto fuera poco, el comité del ACTA tendría carta blanca para cambiar sus reglas y tipos de sanciones, sin estar sujeto a ningún tipo de control democrático.
¡Stop ACTA!
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