Para ellas dormir así es tan cómodo y natural como para nosotros la cama. Con el fin de estar segura sobre la rama, un ave sólo debe doblar sus patas. Así, sus músculos flexores tensan el tendón de los dedos, que se curvan afianzando las patas y garras alrededor de la rama. De este modo consiguen fijarse de manera estable mientras duermen. Este mismo mecanismo es el que hace que las aves de rapiña sean unas eficaces cazadoras. Con las patas extendidas se arrojan sobre la presa; el impacto conlleva la fuerza necesaria para flexionar sus patas, que automáticamente se extiende a sus talones. Cuando las aves duermen sobre los árboles necesitan camuflarse; algunas se quedan quietas para mimetizarse con las ramas. Así consiguen sobrevivir ante posibles ataques.
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